El minotauro de Instagram

-   Pregúntame el porqué las asesiné, y te responderé “¿por qué no haberlo

    hecho?” Quizá encuentres válido el mandamiento del Sinaí, y no te culpo,

    nadie quiere morir, ni siquiera los dioses, por eso prefieren proclamar que no

    quieren matar antes de aceptar que todos mueren por hacerlo, el deber 

    embriaga el querer; y acudiendo al imperativo kantiano obtenemos la piedra

    angular de nuestra Constitución, pero fueron ellas mismas quienes 

    decidieron morir en mis brazos antes que vivir un segundo sin mí. Ya no había

    contraargumentos y humildemente acepté sus ofrendas, no veo nada malo 

    en eso, ¿tú sí?

-   …

-   ¿Me abofeteas para interrumpir mi risa o para excitarte?, tu silencio te delata;

    es una lástima que no te excites, a ella le enardecía abofetearme; y

    detallando tus uñas… son del mismo color de su sangre.

-   …

-   ¿Otra cachetada?, ¡libérate de tu moral de esclava!, tú quieres saber cómo

    siete se vuelven cuatro, pregúntame cómo lo hice; sí, te lo ruego,

    escúchame:


Llevaba 14 horas y 42 minutos sin sexo, masturbarme no era una opción, ya no

me generaba satisfacción y solía hacerlo a diario sólo para conciliar el sueño; 14

horas y 43 minutos desde que me encontré con un hombre totalmente

desconocido para que me hiciera una felación en un baño público; 14 horas y 44

minutos y el sol se estiraba acercándose a la cúspide del firmamento haciendo

permisible el paso de la pereza desde el cielo, el pecado que forzó a Dios a

inventar el domingo; llevaba dos horas y 37 minutos observando la pantalla de mi

celular deambulando entre mi trinidad: Facebook, Whatsapp e Instagram, mi

favorita, era el mismo tiempo que llevaba despierto y no pensaba moverme de mi

cama en todo el día, ni por la abrasadora hambre ni por la áspera sed, siendo

exagerado iría al baño dos veces, lo único que me haría levantar voluntariamente

de mi lecho sería la posibilidad de tener sexo.


Me la pasé el resto de mañana repartiendo “likes” y “me encanta” en las fotos de

cuantas mujeres apareciesen en mis redes sociales; ese es el primer paso del

ritual de apareamiento en este siglo, si es regresado el estímulo significa que hay

que continuar con el siguiente paso: un acercamiento más íntimo, que no

necesariamente tiene que ser un hola, hay variantes como responder a historias o

la infalible técnica de “se me acabaron las fotos”, siempre con sutilidad para no

alejar a las hembras. Era una mañana singular, pues era atípica la infertilidad de

mis acechos, ninguna mujer había devuelto mis reacciones y comencé a irritarme,

hasta el punto que no me interesó la belleza sino solamente la reciprocidad, a

pesar de la disminución de calidad de mis excursiones no obtuve ni un solo “like”

de vuelta. El algoritmo me ilusionó con una notificación, pero sólo fue para

anunciarme que una tienda de ropa de quien sabe dónde comenzó a seguirme

hacía tres segundos, en total eran 15 horas y siete minutos sin sexo.


Seguí descendiendo por los círculos de Instagram, acompañado de Soda Stereo

desde la isla verde con negro donde habitaban criaturas como los podcasts y las

canciones; Cerati cantaba “Canción animal” y yo trascendía de una “historia” a

otra, reaccionando a todo ente femenino que apareciese en mi navegar. Distraído

luego de naufragar la causalidad me secuestró y me llevó con la fuerza del azar a

visitar un perfil que apareció en “personas que quizá conozcas”, era

@confesiones69, una cuenta que orbitaba el entorno universitario, primavera de

libertad y lluvia de libertinaje, mi paraíso; me reí con muchas experiencias sobre

fracasos en las relaciones sexuales que podían leerse en los pantallazos de chats

fijados en su perfil, luego me topé con una publicación que me llamó bastante la

atención:


“Buenos días administrador, me llamo Ariadna y mi novia y yo queremos

experimentar con un hombre, interesados escribir al perfil de la descripción”.


Decidí escribir, 15 horas y 27 minutos sin sexo, ya sentía la sangre efervescente y

la mente nublada, el instinto asomaba y respirar dejó de ser un acto autómata para

convertirse en un símbolo plausible de que el animal dentro de mí me devoraría si

no tenía sexo, si no me sentía deseado, el frenesí de la lujuria se materializó en mi

respiración, la cual se agitó cuando me respondieron a los dos minutos de la

cuenta creada específicamente para evaluar candidatos y escoger al indicado.


“Nena nunca voy a ser un súper hombre”, Cerati le cantaba a la soledad y mis

fotos ya habían sido revisadas en su totalidad por “ellas”.


Ariadna no era ni la más bella, ni la más fea, sus ojos eran de un simple verde y

quizá era lo más bello que tenía, sin embargo, su novia, Belén, era sinónimo de

belleza, sus ojos eran de un intenso azafrán y su cabello del color de las lágrimas

del sol. Estaban interesadas en mí, fue suficiente con sentirme deseado para

excitarme con lo que se formó una erección dentro de mi pantalón.


No alcancé a completar 17 horas sin sexo, vinieron a mi apartamento, era fácil

llegar a él, bastaba caminar dos cuadras hacia el norte desde el Bar Danubio,

(antiguamente el Kafkafé); las saludé y me repararon de pies a cabeza, yo estaba

desnudo, entonces entiendo la cara de estupefacción de ambas; excluyendo el

tatuaje del laberinto en la parte posterior de mi brazo derecho lo único ajeno a

como Dios me trajo al mundo era el piercing en mi nariz, el septum adornaba mi

esbelta cara y mi perfecto perfil.


Ariadna era delicada con sus besos, Belén y besaba febril por el deseo que

inyectaba mi figura a través de sus ojos azafranes, y verlas besándose era un

afrodisiaco para mí; tuvimos dos faenas y escuchamos casi todas las canciones

de la lista de reproducción de Soda, las gotas de sudor se confundían con las

gotas de placer, y los fluidos de afrodita de derramaron como de fuentes

inagotables sobre mis sábanas, y no me detuve, mis cadera fueron una bestia

indomable que embestía sus cuerpos, Ariadna gozaba más por el efecto de la

lengua de su novia, pero Belén se enceguecía de placer conmigo, solo me quería

a mí, y me prefirió a mí antes que los infinitos dibujados con la lengua de Ariadna.

    -   Tú no eres de este mundo – dijo Belén.

Ariadna, no menos satisfecha, pero más celosa continuó:

    -   Eres un toro en la cama – sonaba exhausta y me besó.

    -   ¿Un toro?, él no es humano – Belén me miro a los ojos, besó a Ariadna y

        descendió por mi cuerpo tonificado hasta mi miembro viril, el cual devoró

        con ímpetu voraz y derivó en una eyaculación sobre ambos rostros.

    -   Es demasiado humano para ser un dios – el tono de Ariadna era altivo y

        soberbio.

    -   Es demasiado divino para ser un hombre – Belén estaba ensimismada de

        placer.

    -   Es un híbrido entre toro, hombre y dios – remató Ariadna y me besó con

        despecho.

    -   Devórame una vez más, minotauro – aclamó Belén y así fue.


La besé e inventé tantas caricias sobre su cuerpo que el universo fue aprendiz por

unos leves segundos.


    -    Devórame. Hazme tuya – Belén gritaba de placer y con piedad.


Aumenté la velocidad de mis movimientos y la llevé al apogeo de su ser en un

vehículo de placer, fue revestida por un instinto supra humano y ya no

pronunciaba palabras, solo rugía y me miraba con hambre. Gritó una vez más:


    -    Devórame por completo, minotauro.


Y yo, contagiado por esa furia que se escapaba a mi entendimiento, por ese

clamor natural y con destellos de divinidad clavé mis dientes en su vientre y con

ayuda de sus propias uñas ella abrió su abdomen, mis dientes rompieron su

delgada piel y la sangre me incitó a penetrarla con más ahínco. Belén en medio de

gritos de placer observó cómo devoraba sus vísceras aún calientes, Belén una vez

más habló.


    -    No quiero seguir viviendo fuera de ti, quiero estar dentro de ti. Devórame


Y así fue.


    -    En mi mente han sido más de seis veces y lo sabes, Ariadna. Cada vez que

         recuento las piezas que quedaron sobre la cama, improvisado altar, solo

         llego a completar cuatro quintos de su cuerpo.

    -    …

    -    ¿Por qué no dices nada?, al menos abofetéame una última vez.


Cerati canta una vez más la misma canción, “Entre caníbales”. Tomé la mano de

Ariadna y me golpeé el rostro, llevaba 23 horas y 47 minutos sin tener sexo, pero

su cadáver me susurró que volviera a devorar a Belén, y así fue.


En el laberinto de la soledad silencié las notificaciones de Instagram, “come de mí,

come de mi carne”, fue lo último que escuché antes de volverles a abrir la puerta

por octava vez.


Por Carlos Manuel Orrego Franco



Comentarios

  1. Felicitaciones Manuel! me encantó y me atrapó demasiado la historia de tu cuento.

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  2. Excelente cuento, Carlos, siempre es un gusto leer lo que escribe.

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  3. Gran trabajo Carlos, estoy orgulloso de ver como mejoras con el paso del tiempo. Felicitaciones amigo mío.

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  4. Gran texto, y mucho mejor si es ambientado con "Canción animal"... sospechosamente la siguiente canción fue "Entre Caníbales". Causalidad? No lo creo!!

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  5. Muy buena atmósfera literaria, permitiendo un sutil envolvimiento en la narrativa

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  6. Uno de los mejores textos que he leído últimamente, me embistió la cruda realidad que expones con la fuerza del "minotauro"

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  7. Cerati, Nietzsche y Asterión... una trinidad en perfecta comunión. El eterno retorno, la destrucción de la moral decadente, la lujuría: el laberinto donde el hombre no admite que quiere perderse.

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  8. Antes éramos víctimas de la ingobernabilidad de los instintos, ahora somos esclavos de los algoritmos. ¿Demasiado tarde para darnos cuenta que nuestros instintos nos esclavizan mientras exigen consumarse en forma de placeres?

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  9. Es reconocible no solo la voz sino también el nacimiento del estilo del escritor. Si sigue así llegará muy lejos, joven escritor

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  10. Lo que no entiendo es porque asesinó a Ariadna. Tengo dos teorías: la primera es que Ariadna es la representación de la culpa o la otra es que nunca haya existido y sea una proyección de la "mesura de los deseos"

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  11. “El dolor es veneno nena, y no lo sentirás hasta el fin. Mientras te mueves lento y jadees el nombre que mata”. Cada día me enorgullece saber que el minotauro detrás de la maquina de escribir progresa en sus escritos, en su vida; y en este caso aprovecho este medio Y fecha para desearle un¡ Feliz cumpleaños! hermanito menor.

    ¿Verdaderamente podremos salir del laberinto sin ser sacrificados?

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  12. Excelente Carlos, gran texto y muy cautivador. Vé por mass !!!

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  13. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  14. Me gustó mucho el cuento, el estilo del autor y fue una experiencia muy vívida.

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  15. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  16. Como siempre muy envolvente tu forma de escribir, me siento algo sorprendida, nada semejante a lo que había leído antes de tu autoría, supongo que es una muestra del gran talento que posees, felicidades

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