Don Cosiaco y la Bruja
En época de cosecha, Don Cosiaco recoge el café para vender y corta bejuco para
convertirlo en canastos que le servirán a los trabajadores para la colecta. Cuando no
estaba cargando café, le seguía en frecuencia armar los canastos sobre su silla
mecedora, la cual se hallaba en la entrada de su finca mientras fumaba tabaco,
solía trabajarlos diligentemente en medio de su humilde residencia.
Durante la época, alrededor de 4 generaciones atrás, la gente sabía acabar con
piscos al instante simplemente arrojando un palo apuntando al pescuezo; una
habilidad que salió a relucir cuando uno de dichos animalitos infortunadamente se
hizo lugar en el rango de visión de Don Cosiaco. Este ejemplar tenía un plumaje
pardo verdoso, brillante como esmeralda a la luz del sol, de casi un metro de altura,
tan rechoncho que estimando vagamente podría proveerle de carne por una
semana entera. Como el pisco no pertenecía a su finca, podría disfrutar de tal
manjar esa misma noche.
Sin afán y sin hacer ruido alguno, dejó los canastos a un lado y tomó una vara que
yacía en el suelo cerca de él. Con sigilo se acercó al ave y al estar lo
suficientemente cerca para acertar, elevó su brazo para dar el golpe fatal. Y qué
sorpresa se llevó el pisco que al mirar para atrás vió a Don Cosiaco listo para
ejecutarlo. Y más atónito resultó don Cosiaco cuando el pisco abrió los ojos con
desesperación y le gritó:
- ¡No me mate compadre!¡No me mate! Se lo ruego.
- Esta maldita bruja - le replicó don Cosiaco casi automáticamente, como si fuese la
respuesta natural al miedo que congela la razón al encontrarse con algo que está
fuera de lugar.
Apretando más fuerte la vara con el puño y sin ceder su posición de ataque, ambos
se miraron por un largo rato. Don Cosiaco ya no quería matar, quería correr, y tan
rápido que sus piernas seguramente le harían trastabillar por el afán. Que el ave le
respondiera sólo podía ser una cosa, como le contaba su madre ese animal sin
duda alguna era una bruja que no había completado su transformación antes del
alba y por tanto, había quedado atrapada en esa forma no humana.
- No corra compadre, por favor, mire que yo no puedo hacerle daño. Ayúdeme y lo
recompensaré generosamente - dijo la bruja casi adivinando el profundo terror que
experimentaba Don Cosiaco.
Y es que no era por nada, el padre todos los domingos les recordaba que las brujas
eran las sirvientas del demonio, practicando fetiches y orgías, esparciendo el mal, la
lujuria y la pereza por el mundo.
Apelando a la avaricia e ingenuidad de Don Cosiaco, la bruja lo convenció para que
la escoltara hasta su casa, a unos cuantos kilómetros en el centro del pueblo. Aquel
viaje no fue sencillo, la firmeza de su promesa se vería tentada ante las ofertas de
los amigos y habitantes del pueblo que se cruzaba, al mirar tan suculenta y llamativa
compañía que cargaba en brazos ofrecían cantidades de dinero que no ganaría en
meses de arduo trabajo.
El incesante ruego del animal para no ser vendido mantuvo la voluntad que
finalmente los conduciría a una casona ubicada al frente de la iglesia, conservada,
de amplios ventanales y jardín bellamente trabajado. Después de entrar por el
potrero de atrás, el pisco rápidamente se escabulló en el interior del lugar, del cual,
a los pocos segundos asomó una mujer de esbelta figura, cabello negro hasta la
cintura y en sus manos, la cantidad de dinero más grande que Don Cosiaco pudo
alguna vez imaginar.
Cansado de trabajar y sin querer mover un dedo más, compró ganado, tierras y una
finca inmensa cerca de la ciudad, donde nacería mi abuela y la historia de su hogar
me contaría, entre risas y preguntas que ya nunca responderá.
Por Daniel Felipe Guarín Martínez
Baia baia, quién diría que se podría confiar en una bruja xD
ResponderEliminarMe encantó el cuento. Me sentí inmersa en su cultura y narrativa.
EliminarNo me esperaba ese final, el universo quería que Don Cosiaco ya dejase de trabajar jajajaja, estuvo genial, me encantó
ResponderEliminarQue bueno saber que aún a niños y jóvenes que dialogan con sus abuelos, permitiendo rescatar muchas historias y saberes a través de la tradición oral. Muy buena historia.
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