Sombras que me acompañan

Esta es mi entrada número no sé cuánto, es irónico, la verdad empecé a escribir este diario-bitácora con el objetivo de mantenerme cuerdo durante el transcurso de este largo viaje, pero como lo sospeché, aquel día que lo conocí a él por primera vez, cualquier intento por mantenerme dentro de una misma línea temporal es inútil de hecho.

En cuanto a él, es una de las diversas sombras que me acechan en la oscuridad. El problema con esto es que todos los días es de noche para mí, pero estoy seguro que ustedes saben de quien hablo, pues todos ya lo hemos visto por lo menos una vez en la vida solo que a cada uno se nos presenta de diferente forma, a mí por ejemplo me buscan estas sombras bidimensionales de dos metros de altura, con forma humanoide, sus ojos no se ven, pero ahí están porque siento como me miran; no sé de donde vienen ni logro percibir cuando aparecen pero siempre caminan vagamente a mi alrededor.

El mundo no siempre fue un horizonte vacío y desolado como se ve hoy, lúgubre y envuelto entre la oscuridad y la neblina. Durante mucho tiempo conocí la felicidad y el amor, cuando todavía era un niño, solo que no estaba en la capacidad de reconocer y valorar tales sentimientos, solo sé que un día hubo un estallido y un gran destello de luz cegadora y desde ese momento todo cambio. Nunca había sentido la soledad tan arraigada como hoy.

Por las calles transitan ejércitos de sonámbulos, las personas pueden estar conscientes de una sola realidad a la vez, pero casi siempre están ensimismadas, yo ni siquiera sé si ahora les hablo desde una realidad consciente o como ellos solo observo desde mi pensamiento aislado. El tiempo ahora es una ilusión. Entre las multitudes caminan estos seres invisibles.

Los japoneses hablan del oni, el demonio, antiguas culturas adoraban seres que venían de las tinieblas, Ravana, Oduduwa, Abyzou son solo diferentes versiones de una misma historia que representa los demonios para los hombres. Yo personalmente no soy muy apego a esta tradición oral, pero si les puedo decir una cosa, he visto a los demonios danzar.

Algunas veces se sientan para conversar y pocas veces me visitan más de uno al mismo tiempo, casi siempre me saludan y supongo que lo hacen para provocarme, pues saben que no son gratas sus visitas para mí ya que siempre hablan de lo mismo y me recuerdan los días que provoque el llanto en mi madre, los días que confié en el amor de aquella mujer que me decepcionó, los días que lastime a mis amigos, todos los días que fallé. Todos los días debo luchar con ellos esperando librar la batalla, y temo que un día no pueda más. El monstruo que durante mucho tiempo vivió bajo mi cama cuando era niño ya se fue, para nunca volver, ahora un demonio ocupa su lugar posiblemente para no irse nunca jamás.

Por cierto, no me he presentado, soy Joe y te deseo mucha suerte en tu viaje, porque ahora estoy seguro de una cosa, es probable que ya no vuelvas a saber de mí ya que me parece absurdo continuar escribiendo este viaje.

Por Juan David Galvis Nieto

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