Es tu recompensa
-Eh, llámenme a ese tipo que va ahí, que no se valla, lo quiero justo ahora…
¡rápido, pero!
Eso escuche que le dijo a uno de sus piones, su voz era tremendamente fuerte y
yo ya estaba lejos, pudo solamente habérmelo dicho y ya, pero mando al pion, solo
por el simple gusto de mandar.
En unos minutos estaba enfrente del gordo robusto, que llevaba puesto
un sombrero. Estaba desparramado en la banca, ni siquiera levanto su
vista cuando me dijo:
-Dejaste una mierda el baño, dime ¿por qué no lo limpiaste?
Su voz era intimidante, era profunda y te retumbaba en los oídos. Para él le era
imposible hablar bajo o discreto, todo el mundo me torció la cabeza al oírlo y me
mostraban sus miradas indescriptibles de asco. Se me congelo la lengua, y
empecé a temblar sudando helado, no pude explicárselo, tartamudeé:
-Yo no...-No eres circuncidado ¿Verdad? -Me interrumpió clavando su terrible
mirada en mi alma ya muy entumecida. -No lo eres ¿VERDAD? Y no me pongas
esa estúpida cara, porque sabes de lo que digo.
Mi cuerpo se ruborizo y sentí húmedo la entre pierna y como los caminos que
formaba la corriente comenzaba a llegar a los zapatos, por suerte llevaba dos
pantalones encima.
-No- le dije.
-MAS FUERTE
-…NO-mi voz temblaba como lo hacía mi cuerpo, cascadas de suero se
deslizaban por mi rostro y ni siquiera podía secarme estaba estático, su furia
me había clavado en el suelo.
Y él continuo:
-Acaso no puedes arremangártelo, cara de mierda si quieres ve a ver el desastre
que has dejado allí adentro. Dejo un momento de gritar y se puso a cagarse. Se rio
tanto en ese momento que la gente desocupada que nos rodeaba de lejos se
quedó confundida.
-Tráiganme un espejo para que este tonto mire su tonta cara que tiene, mírenlo…
Y se volvió a cagar, esta vez con un olor de fuerza descomunal ejercida en el colon
que vio la luz por primera vez.
Mis ojos ardían ya inundados de suero, mis mocos se querían escapar de mi
cuerpo a toda prisa, mi voz se había ido, el nudo en la garganta se apretaba cada
vez más, solo meneaba la cabeza de un lado para otro, que hacía que su risa se
reforzara aún más.
La gente expectante de ese circo, se reía muy tímidamente no querían quitarle
protagonismo al maldito gordo en aquella tarde calurosa del sábado.
Se levanto de su banco, era alto, se acercó lo suficiente como para oler la menta
en sus dientes, y pego un grito casi metalero quebrándome los huesillos:
-SI, VEO OTRA VEZ ESTA MIERDA EN MI BAÑO, me arremangare…-La gente no
podía creer lo que decía.
-…me arremangare los brazos, y te daré tu merecida paliza para que no te
vuelvas a parar en tu vida, ¡LO ENTENDISTE!
En ese momento estaba muerto prácticamente, mi mente daba vueltas, era como
una pesadilla, no sabía que era real; Mis amigos estaban entre ese público y se
reían también, no lo podía creer. Era una tortura.
Y el capataz se fue, dejándome hecho cenizas, mientras hablaba hace un
momento me escupía, parecía hacerlo a breve, puto desgraciado. Ahora no se si
yo pueda renacer a fuerza de voluntad y necedad.
Pasaron varios minutos cuando la función se terminó, todos se dispersaron, y yo
seguía parado enfrente de aquella banca y de aquel baño resentido.
Contra la rigidez me moví y abrí la puerta. Recuerdo que el gordo se despido
diciéndome:
-Oye estas temblando, ponte un buzo ¿sí?... Ah y ahora trabajaras con los
piones, es tu recompensa.
Y se fue riéndose echándome polvo con sus botas.
No sé si aguantare en este infierno, ahora mi vida empeoraría drásticamente,
como pion y como siempre ya no sabía que pensar. Mire mi cara en el espejo de
enfrente, ¡Peor que la mierda! quebrada y llena de una palidez sepulcral, la
contemple entre furia y sollozo por largo rato, hasta que me distrajo la profundidad
de aquel vidrio.
El reflejo que dejo el espejo me hizo notar que el retrete estaba más limpio que
nunca.
Por Andrés Alejandro Cabrera Cabrera
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